ENCUENTROS
Amo de una memoria privilegiada y todavía joven, el viejo se las arreglaba para entregar las cargas a la persona que sabía leer y escribir, gastado por los Uzcanga para acarrear los libros de la hacienda.
Registrate para una Cuenta 100% Gratis para Buscar cada miembro
Así las cosas, quedaron el viejo y los dos hijos mayores trabajando, hasta que una confusión, al regresar de comprar algunos alimentos en el pueblo, se presentó Teófilo llorando, diciendo que Rafael Marrero, jefe de la guardia nocturna en el azucarera, le había dado varios latigazos con una verga de astado. Las calenturas le dieron con cagantina y retorcijones de abdomen. Como a los bueyes se les pone un nombre, él había nombrado a los suyos Almirante y Grano de Riqueza. Ahí me di cuenta de la gravedad de la localización y salí en estampida hacia la esquina La Torre. Su residencia estaba en una reducida hacienda llamada El Encantado. Época un cascarrabias que me tenía a monte; siempre tenía una cosa que mandarme a actuar. Lejos de mejorar, la localización de malestar se agravaba. En la oficina de control de personal nos engancharon en una cuadrilla sin mucho problema.
Empero después de marchas y marchas y unos días de demora en San Fernando, el andoba Manuel no llegó. Ya en la Escuela Unitaria sin grado, yo había cubierto los cuatro bancos y me faltaba bastante poco por aprender. Pese a este hecho, el flamante bufé continuó su venta de alimentación. Unas pascuas a oscuras Corría el año de Los rumores se acentuaban respecto a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Ahora me tocaba todavía salir a vocear por las calles del pueblo las melcochas, el majarete, las conservas, el gofio, los suspiros y las torrejas.
104 : 105 : 106 : 107 : 108 : 109 : 110 : 111 : 112 : 113 : 114