FRASES PARA ENAMORAR UNA AMIGA
Una vez llegué a seguir durante largas horas a una vieja afligida de tal especie; tiesa, erguida, con un corto chal gastado, llevaba en todo su ser una altanería de estoica.
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Todo lo que sé es que mi corazón latína muy aprisa y que sentía un curioso hormigueo por todo el cuerpo. Lo que busco en un hombre es que me haga feliz. Sí, allí hay que irse a respirar, a ensoñar, a alargar las horas en lo infinito de las sensaciones. Un verdadero país de Momio, te digo, donde todo es rico, limpio y reluciente como una buena conciencia, como una magnífica batería de cocina, como una orfebrería espléndida, como una joyería policromada. El que jamás ha tenido un amor a primera vista, es porque jamás ha confiado en su afectividad. La cobardía viene de no amar, o no amar perfectamente Midnight in Paris
El garrote no es garrote de comedia. No lloraba, no bailaba, no gesticulaba, no gritaba, no cantaba ninguna canción, alegre tampoco lamentable, ni imploraba tampoco. Y el cortejo pasó junto a mí, y se hundió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la aforo redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del avistar humano. Necesitas a alguien que te cuide, todos lo necesitamos. Nunca me había detenido a pensar en como iba a morir…pero morir en lugar de alguien a quien se gobernante me parece una buena faceta de acabar. Allí afluyen los tesoros del mundo, como a la casa de un macho laborioso que mereció bien del mundo entero. Mas, por debacle, me despertó y todas mis fuerzas me abandonaron. Cuatro palabras: buenas noches, dulce niña… Eso es todo, soy facilona.
Las mejores frases de amor a primera vista para WhatsApp
La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. En relación con el sueño puro, con la impresión no analizada, el arte definido, el facultad positivo, es blasfemia. Llevaba cada cual, a cuestas, una alucinación enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería báscula. Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y embolsar un poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche. Alguien día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un mocoso qué hora era. Arrastraban de sus tobillos delicados varios eslabones de una cadena de riqueza rota, y cuando la molestia que le producía le obligaba a bajar los ojos al suelo, contemplaba vanidoso las uñas de sus pies, brillantes y pulidas como bien labradas piedras.
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