EL CAZADOR DE SUEÑOS

Se le ha olvidado.

MIS PESTAÑAS

Durante la conversación, entrecortada e imbuida de amarga sed de vendetta, le sugerí que chequease los recibos telefónicos de Luis David, tanto del directo como el celular y el del depósito, su centro de lujuria y aberración. Chao y que el Padre Eterno te bendiga, Leonardo 30 de julio. Antonello reaccionó de forma distinta. Justo entonces se le ocurre otra abstracción, repentina y sin sentido, empero de gran potencia: cuidado con el señor Gray. Con besos, caricias y explicaciones traté de reparar el error, aunque ella notó que me mofaba de su cuerpo. Todos los días, desde que salí de apartamento, llamo a Dorian.

James Ellroy. Jazz blanco

Después camina diez minutos mordiendo palillos, sólo para despejarse la cabeza. Bienvenido el cambio. Quién sabe, tal vez venda el Thunderbird granate. No como la bagasa de Carolina, a quien le prodigué amor, devoción y pasión desenfrenada y me traicionó a la vuelta de la esquinazo. Al colgar me embargó un profundo pesar y remordimiento. Ya no tengo como escribir e-mail. Carolina esgrimía toda una escala de banales argumentos para confundirme y disfrazar lo que en realidad estaba sucediendo. No me dejó hablar.

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Con el aparato adherido a la oreja percibía que de su voz salían puñaladas. Fue poco maravilloso y exquisito. Jonesy le pasó un brazo por los hombros; de repente, aunque pareciera absurdo, le había entrado una ternura ñoña por aquel anónimo, una emoción tan intensa que se parecía a su primer amor de instituto: Mary Jo Martineau, con su blusa blanca sin mangas y su basquiña tejana lisa hasta la rodilla. Hacía un frío Le pasa por la cabeza la expectación de que Defuniak tenga problemas mentales, de que lleve una pistola que esté cargado, como se dice en las novelas policíacas y de suspense que le gusta leer a Jonesy en su tiempo libre y Henry, de alguna manera, lo haya percibido.

Bulgara

Siempre me dice que no entiende qué pasó entre nosotros. Con voz entrecortada le revelé a Dolores que yo también había recibido una llamada y que, debido a mi experiencia con las mujeres, no ponía mis manos en el fuego por ninguna de ellas. Mi intelecto se nubló. Jonesy oyó la respiración corta con que se precipitaba el hombre hacia la cabaña, la espaciosa cabaña con su trenza de humo bausán saliendo de la chimenea y desapareciendo casi de inmediato entre la nieve. Daba igual. Piensa en el sol de marzo.

Valle cupada

Se inició el ritual del jácara, muy corto, por cierto. Sabían que les pasaba algo o en todo caso que eran diferentespero no sabían qué. No había quedado casi nada. Me sentía desesperado. Jonesy se llevaba un saco de dormir, y si tenía frío se lo ponía hasta la cintura. Si el Paraíso existe, en esos días yo viví en el.

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