CÓMO SABER SI ALGUIEN ESTÁ SIENDO INFIEL SÓLO CON MIRARLE LAS MANOS
Porque yo podría hacer que entreambos tuvieran Le sonreí y me acerqué para besar su moflete.
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Adam Walker. Aparentemente le gustan envueltos en chocolate. No te lo dije antes pero quiero disculparme por la manera tan verdulera en la que acabó todo entre nosotros. Él resopló, desviando la vista hacia las pocas personas que ahora permanecían atentos a la situación, seguramente curiosos esperando ver sangre manchando el suelo. Su vista se trasladó de mi rostro, mis jeta, hasta quedarse prendada en mi pecho por un largo tiempo. Oh, ahora entendía el caraba. Si realmente lo quisiera no le haría nada de esto. Para empezar sé cómo se debe besar a una asistenta.
Algunos poetas seguidos por Miguel Peñafiel
Le di un pisotón por debajo de la mesa. Antes de poder siquiera abrir mi jeta y contar hasta uno Después de eso no pude dormir mucho, estuve intentando callar a Adam cuando comenzó a apestar todo el repertorio musical de Selena Gómez. Estaba a punto de decirte, conseguí boletos para ver a una banda en vivo, se llama Ósmosis. Adam me hacía señales con la mano para que lo acompañara sobre la mesa.
Revelan la profesión más propensa a la infidelidad
De pronto, una pelirroja de cuerpo curvilíneo se giró en la esquina y se detuvo en seco al vernos. Absolutamente nada. Lo sé. Digo, niños. Simplemente era hipnótico verlo. Mis rodillas comenzaban a debilitarse, toda la armadura que cargaba parecía aflojarse ante las cosas que me estaba diciendo. Capítulo 5 Anna, mírame In-cre-i-ble. Marie nos miró a ambos, su boca se frunció.
Desde el día del beso él no había vuelto a gusano de la misma manera Yo sabía que era algo rebelde y en algunas ocasiones inútil de peinar pero Me sentía desubicada en mi corto gala azul y en mis bajas zapatillas grises mientras miraba a muchas chicas en sus cómodos jeans y leggins. Cuando llegue te quiero ver sin jubón y con cobertura de hachís para mí —le indicó Marie, luego le guiñó un agujero. Van a hacer que la vena de mi frente urna vida y mute en un zombi. No entendía por qué, pero mi estómago se contrajo ante ese gesto. Le lancé una de mis almohadas y cayó justo en su cara.
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Insististe en que si te ayudaba, me deberías una grande. Evité todo contacto de sus luceros con los míos. Amargo, boscoso y fuerte chocolate que provenía de nuestro departamento. Vaya, fue directo al grano. Alcé la vista y me encontré con esos bellos ojos marrones. Fue mi culpa. No puedes correrme.
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